Me siento sobre el odio de mi silla. Te enciendo a besos sacrificados. Palpo tus teclas tan técnicamente adaptadas a mis inadaptados dedos, siempre torcidos como los renglones de cualquier vida que viví.Te miro a los ojos, cuadrados, inexpresivos, sosos como el color estándar que atrapas.Te cuento sin pensar mis más profundos pensamientos, las quiebras neuronales de los pasados ratos que formaron las fallas en las que me caí tantas veces...(tantas y tantas veces que sólo me siento en el vacío, donde la silla torturadora de vertebrosas columnas que cicatrizan posturas demoledoras, dejó de existir por tres segundos y medio, los que duran mi bocanada de humo y mi sorbo de té)
¿Qué te importa todo esto? ¡Respóndeme.Hijo de la grandísima puta!, por una vez cambia tu plano rostro modificado linealmente con cada pulso de mi dedo.Sólo te pido una palabra que me mate, una risa que me corte la mueca, una puñeta de indiferencia, un vómito de asco, una flema de desgarro,¡algo, maldito cacharro, algo!....algo que me de los motivos de no seguir tocándote con adicción, algo que me invite a cegarte en oscuros momentos, a empolvarte con tiempo de abandono o a destriparte los chips esos raros que dices que escondes en el corazón que te inventé sólo para arrancartelo a mi antojo un día de estos.
Desángrate cibernético colega, gotea hasta el último líquido que me pueda beber, muérete y luego AMÉN.